lunes, 5 de abril de 2010

"EN LAS ESQUINAS DE MI MENTE", de José Alejandro Arce



Este es el segundo libro del bellavistense José Alejandro Arce, en esta ocación es un libro de narrativa, donde se pone a consideración de los lectores 15 cuentos, de diversas temáticas.
Lleva prólogo del autor corentino Martín Alvarenga y nota de contratapa de Víctor Hugo Valledor. La imágen de tapa es una pintura de Laura Mabel Zorrilla.


Algunos textos



REENCUENTRO

Ella aún no llegaba hasta él, sin embargo a cientos de metros o tal vez kilómetros, ya podía percibir su brisa fresca, podía verse envuelta en utopías, podía ver su color, inmensidad, majestuosidad y hasta podía oírlo rugir.
Hacia allá iba, al reencuentro más esperado y tantas veces soñado; él, la esperaba suntuoso, enérgico y ansioso, fluyendo con cautivante y erótica espuma, en cada beso que regalaba al mundo.
Ya estaban cerca. Se veían. Ella apuraba sus pasos excitados y lentos, esforzados y cansinos; él mantenía viva la espuma y la frescura de sus besos envueltos en suave brisa.
Al fin se unieron, la cópula se tornó frenética, tierna, emotiva, ella jugaba puerilmente con su espuma y sus oleadas, se refrescaba, rejuvenecía, renacía a cada instante en que él la envolvía.
Ella, lo adora desde hace setenta veranos; él, vive gracias a la eterna juventud de ella.



EL BANCO DE LA PLAZA


Puede ser cualquier plaza, no importa lugar, clima, época del año ni nada; cuenta solo lo sucedido.
El hecho es que cierto día decidí salir a caminar, como intentando dar algo de movimiento a mis músculos y ni hablar de la necesidad de movimientos por parte de mis articulaciones, esos mismos músculos y articulaciones que 50 años atrás hacían sin dificultad lo que yo deseaba y más aún; pero ahora, y tras siete décadas de vivir y vivir, se sentían ya algo cansados y desgastados.
Por cierto, el tema corporal es algo que no viene al caso. Decía yo, que cierto día salí a caminar, mis pasos tranquilos, lentos y cargados de experiencias iban sin rumbo previsto con las manos unidas por detrás, tratando de mantener la cabeza erguida, aunque mi espalda mucho no me lo permitía.
En el recorrido trataba de llenarme de todo lo que me rodeaba: colores, olores, imágenes; sentir la suave brisa que acariciaba mis mejillas y despeinaba un tanto el escaso cabello cano que aún poblaba mi cabeza.
Sin querer llegué a la plaza. Estaba algo poblada de niños. En un banco, una pareja de jóvenes daban rienda suelta al amor que los colmaba; frente a la estatua central de la plaza un señor entrado en edad y en solitarios pensamientos estaba sentado en otro banco; y más allá, dos jóvenes en risueña charla; todo esto era vigilado por la mirada disimulada del placero que también contaba con un par de años.
Caminaba y pensaba. Cálidos recuerdos se adueñaban de mi mente, otros por más que me esforzaba no aparecían, ni siquiera intentaban asomarse, qué notable el paso del tiempo.
Mi mirada nuevamente se dirigió a los dos joviales amigos, uno de ellos se parecía a mí a los 20 años, el otro tenía un aire a mi gran amigo Julio. ¿Que será de la vida de Julio, vivirá? Ver a esos dos jóvenes me transportó a mis mocedades junto a mi amigo, nuestras charlas, picardías, tristezas, alegrías, nuestro crecer y descubrir.
Decidí sentarme cerca de ellos, así me hundía más y más en los recuerdos que siempre me arrebatan una sonrisa en medio del mar de dificultades que envuelven al mundo y a nuestros días, con más razón, siendo un jubilado al que nunca alcanza la plata para llegar al cobro siguiente.
En el único banco cerca de ellos estaba el mencionado anciano. Lentamente me acerqué, antes pregunte si podía hacerlo, para no incomodar. Asintió con un leve movimiento de cabeza.
Siempre fui muy conversador y a estos años ya no cambiaré.
El silencio entre los dos era supremo, hasta que no pude más con mi genio y lo rompí; obviamente, antes de hacerlo me aseguré de que el hombre a mi siniestra también observara a los jóvenes.
Comenté como si pensara en voz alta que esos jóvenes me hacían recordar viejos tiempos vividos y comencé con el relato de alguno de ellos, mi oyente estaba rígido. Sabía que me escuchaba.
Al terminar de hablar, mi extraño compañero comenzó a contar lo suyo. Sin mirarme, de tanto en tanto su voz se quebraba.
Yo escuchaba las historias con la sonrisa dibujada ya que me resultaban alegres, tiernas, pícaras y por sobre todo familiares, muy familiares diría yo.
Con un nudo en la garganta puse mi mano en su hombro, murmuré su nombre sin equivocarme; él giró levemente su cabeza hacia mí y murmuró el mío.
Los dos gozábamos lágrimas.



EL REGRESO



Aquel atardecer, al hundirse febo en el horizonte, llegaba a mi cimiente después de varios años de sufrir una pseudovida bajo las sombras y envuelto en el hedor nauseabundo, miserable y humillante de la humanidad, depositada entre paredes y muros tristes de terreno yermo.
En el umbral, un par de ojos autoritarios y tiernos, contenían una catarata de lágrimas detrás de una barrera de orgullo y honor.
Me encontraba cada vez más cerca, mis pasos eran impulsados y alentados por el latir de mi corazón, pero entorpecidos por la vergüenza y el saberme con deshonor injustamente.
Al llegar sentí el rechazo y atiné a preguntar si alguna vez me habían extrañado y si me seguían sintiendo aun en los confines del alma; la respuesta fue solapada pero grandiosa, fue positiva.
Un sentimiento de redención se apoderó de mí envolviéndome en alas de calma, para remontar vuelo sabiendo que a pesar de todo, los sentimientos seguían ahí.

Me colmé de plumas y partí.



EL CABALLERO DE
LA MEDIANOCHE


Inmerso en su tugurio considerado palacio, en medio del olor nauseabundo de la humedad, y envuelto en un mar de panfletos, folletos, afiches y libros de diversas ideologías, el taciturno caballero de la medianoche indaga a su alma, tratando de encontrar las respuestas necesarias para vislumbrar el camino de la construcción de su leyenda personal.
Sintiéndose reflejado en el material literario que colmaba su palacio, pensó estar enloqueciendo, considerando a la locura como la virtud principal para integrar la sociedad de caballeros de la medianoche; y también como la forma más sublime y natural de pelear contra un mundo envuelto en insania colectiva y poblado de personas como él.
Nunca dejó de luchar y sigue buscando el camino de la luz, sometiéndose día a día a los sacrificios más crueles para encontrarlo.



CARTA A MI SANGRE


Desde ya descarto al posibilidad de que estés mal, estoy más que seguro que estas muy bien.
Yo ando bien, sobrevivo y le peleo día a día a la vida, lo que creo que ya es una constante en mi, hice un modo de vida de ello y sin lo cual me sentiré vacío, incompleto y sin ser yo mismo.
Los quehaceres y enceres de la vida me llevan a un complejo círculo ciclotímico del cual estoy muy seguro de no querer salir.
Sabes…todos los días de mi vida – y estoy seguro que los que vendrán también – te recuerdo y te pienso, hasta por momentos me parece verte, escuchar tú voz y tus palabras, consejos, merecidas reprimendas y todo lo que nos envolvía en esa entrañable amistad que comenzaba a unirnos y que de un día para el otro el Altísimo decidió que no continuara, solamente Él sabrá las razones y causas de su decisión.
Ahora en la mesa ocupo tú lugar, no se si te represento bien, pero si se de lo orgulloso que estoy de haberlo heredado, eso si, daría todo lo que tengo porque volvieras a tú lugar y que sigamos siendo tres, como fue en un principio.
Gracias al respeto que me enseñaste a tener para con los demás, todavía conservo amigos de mi infancia, del colegio, y tengo nuevos amigos, a todos en algún momento de las reuniones o de las charlas, les cuento algo tuyo o algunas de tus palabras, me miran sorprendidos, según ellos, por el brillo de mis ojos y el orgullo y altivez de mis palabras, las cuales las tengo que silenciar al sentir que mi voz comienza a temblar.
Seguramente te estas riendo al verme escribir esta carta y al ver como de tanto en tanto en el transcurso de su desarrollo mis ojos se llenan de lágrimas provocándome un terrible esfuerzo para no dejarlas caer, siento como todo mi ser se estremece; pero no importa…no te preocupes…ya va a pasar, además estoy tan acostumbrado a extrañarte y a sentir todo esto al hacerlo; ya sé…ya soy un grandulón pero…el amor por vos es más fuerte y eterno.
Ah!!!, traviesa!!!, se me escapó nomás, ya está, ya me la sequé y gracias a mis anteojos oscuros nadie se percató de su caída.
Bueno viejo, sin querer, se hizo extenso esto, y pensar que solo me senté para escribirte un par de líneas o una simple esquela y terminé haciéndote una misiva algo extensa, lo de extensa lo digo porque ambos sabemos que no me gusta mucho escribir, y también que no soy muy letrado en el asunto.
Sobre otras cuestiones que sé que te deben interesar, como mis asuntitos en el amor o como ando en el estudio y muchas otras tantas cuestiones, te contaré en alguna otra ocasión, te lo prometo.
Por ahora, haré una pausa hasta quien sabe cuando, tal vez la próxima sea frente a frente y sentados en algún majestuoso cráter del lado oscuro de la luna; sea cual fuera la oportunidad, te digo que la sueño todos los días.
Te envío el más fuerte de los abrazos y con el corazón henchido de amor, te digo una vez más y todas las veces que sean necesarias…te amo.



Un abrazo viejo.

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